Las viejas fronteras fueron siempre un lugar especial, en el cual se vinieron dando unas circunstancias particulares que, a lo largo del tiempo, crearon una forma de vida particular y característica. Este especial modo de convivencia, adquirido al ritmo de la política de los estados, hizo del territorio fronterizo una solución de continuidad entre ellos -una especie de tercer país, o mejor aún y con mayor propiedad, un espacio de historia común.
Símbolo tradicional de la frontera han sido sin duda las fortificaciones. A lo largo de los siglos, las obras defensivas formaron parte integrante del paisaje, de igual manera que ejercieron una influencia capital sobre el territorio. De ello la importancia de su conocimiento para la comprensión de la realidad histórica y cultural de una parte importante del país.